lunes, 16 de septiembre de 2013

La dimensión de la economía sumergida

            Es difícil dimensionar lo sumergido por definición. Un ejemplo gráfico es el hundimiento del Titanic, cuyo capitán como mucho divisó la punta de la montaña de hielo, que bajo el agua desgarró el casco del transatlántico y produjo uno de los naufragios más famosos de la historia. En economía no es sólo complicado estimar lo sumergido –entendido como el fraude en el pago de impuestos y cotizaciones sociales- sino que, incluso, es difícil medir lo emergido, y por ello, año a año, trimestre a trimestre, los institutos de estadística se afanan en calcular el nivel y la tasa de variación de la renta generada en un país (PIB). Por tanto, no hay que esperar mucho de las siguientes líneas, pues no resuelven el asunto, aunque proporcionan una visión basada en las estadísticas disponibles lo que, al menos, recorta el error que suele acompañar a lo anecdótico (‘yo tengo un conocido que trabaja sin contrato’) y que, no obstante, parece haber determinado la opinión en este tema, pues lo común es pensar, oír y creer que la economía informal está creciendo. Conclusión que, como se verá, no respalda toda la evidencia disponible.

Gráfico 1

La dimensión de la economía sumergida que se comenta se refiere al ámbito laboral, existiendo otra de carácter fiscal de importancia económica, posiblemente, muy superior (fraude en el IVA, IRPF, etc.). La estimación de la dimensión laboral de la economía informal se puede ordenar en dos grandes apartados: (1) cuántos ocupados no están dados de alta en la Seguridad Social y (2) qué parte del salario se paga en ‘negro’ y, en consecuencia, no se declara a efectos del cobro de retenciones a cuenta del IRPF o del pago de cotizaciones a la Seguridad Social. Una manera de aproximar el volumen de empleo no declarado es comparar la cifra de ocupados que proporciona la Encuesta de Población Activa (EPA) con el registro de afiliados a la Seguridad Social. La EPA, que es una encuesta a hogares, debería captar la economía sumergida, pues considera ocupado a toda persona que trabajó al menos una hora durante la semana de referencia. La diferencia entre ambas estadísticas es en gran parte debida al método diferente con el que se elaboran, por tanto, la comparación directa no es posible y requiere una homogenización de sus cifras. Este ejercicio lo realizó por primera vez el Grupo de Trabajo de Estadísticas Coyunturales del Mercado de Trabajo, dependiente del Consejo Superior de Estadística, en 2001 y lo ha repetido anualmente desde el año 2008 (aquí se puede ver su último informe, correspondiente al año 2012: http://www.ine.es/daco/daco42/daco4211/compa_empleo_2012.pdf).

            En el gráfico 1 se recoge el resultado de sus estimaciones. Se observa claramente que la diferencia entre las cifras homogeneizadas de empleo  EPA y afiliación se han ido cerrando hasta prácticamente anularse en el año 2012. A la vista de estos datos, el ámbito de la economía sumergida se habría reducido con la crisis. Este resultado no es extraño, aunque la abultada cifra de paro (alrededor de seis millones) invita a pensar lo contrario (¡sin un aumento de la economía sumergida habría habido un estallido social!, suele escucharse en la tertulias). Pero si se considera que las actividades donde tradicionalmente ha tenido más recorrido la economía informal (construcción, comercio y hostelería), fueron las protagonistas del crecimiento durante la bonanza y ahora son las más afectadas por la crisis y los recortes de empleo, la rebaja de la economía sumergida parece un resultado razonable. Esto no significa que ésta no vuelva a aumentar en el futuro, pues, como se ha visto, su reducción no se debe a un mejor funcionamiento de la Inspección de Trabajo o a una mayor responsabilidad social de los empresarios, sino a una rebaja pasiva, resultado de la caída de las actividades que tradicionalmente la alimentan. Por otro lado, que no se haya producido un estallido social se explica por motivos distintos a la dimensión de la economía informal, que tienen que ver con la protección por desempleo (aunque en claro retroceso) y, sobre todo, con la protección que en España –a diferencia de otros modelos sociales- proporciona la familia frente a las desgracias personales. Pero este asunto merece otro artículo.

Gráfico 2


            El segundo aspecto de la dimensión laboral de la economía informal es el pago de salarios en negro. Aquí no se dispone de un trabajo riguroso, como sobre el empleo, que permita hacer comparaciones homogéneas y, en consecuencia, como mucho lo que se puede aproximar es  su tendencia grosso modo, comparando el salario medio por persona ofrecido por la Contabilidad Nacional, con el estimado mediante el decil salarial que proporciona la Encuesta de Población Activa (EPA) en su submuestra anual. El primero se calcula cuadrando ingresos y gastos de las empresas y, por tanto, debería captar en alguna medida los posibles desfases debidos a la ocultación de salarios. El segundo procede fundamentalmente de las fuentes tributarias y, en consecuencia, es una aproximación al salario formal o declarado. Como se observa en el gráfico 2, la diferencia entre ambos salarios disminuye ligeramente en 2008 (a 2.209 euros) y aumenta mucho en 2009 (hasta los 2.806 euros) para posteriormente caer considerablemente en 2010 (2.377 euros)  y repuntar en 2011 (2.419 euros). Si se deja a un lado la elevada diferencia observada en 2009, la serie muestra una tendencia al alza, que indicaría un incremento de los pagos salariales no declarados.